sábado, 22 de junio de 2013

CAPITULO 57




Seguramente ya habían pasado al menos dos horas desde que había logrado escapar de la casa. Aun seguía en el granero sin saber qué hacer. Tal vez lo mejor era regresar y llamar a Pedro. ¡Si eso podría funcionar!
Con un movimiento rápido me puse pie y salí disparada como una bala. Al entrar a la casa fui hasta la sala y tome el teléfono que estaba ahí. Rápidamente marqué el número del celular de Pedro y cuando timbro por primera vez…se escucho el motor de un coche, el coche en el que Juan y Verónica se habían ido horas antes.

― Vamos Pedro, responde― Comencé a caminar y me senté detrás de un sillón. Segundo timbre― Por favor amor contesta
La puerta de la casa se abrió.
― ¿Dónde se habrá metido esa estúpida? ― Dijo Verónica.
Mi corazón comenzó a latir fuertemente y apreté el teléfono. Las lágrimas comenzaban a querer salir debido al temor de que Verónica me encontrara antes de que lograra ponerme en contacto con Pedro.
― ¿Si? ― Sentí un alivio del tamaño del mundo al escuchar la voz de Pedro.
― Pepe― Dije en un susurro
― ¿Quién habla? ― Pregunto él― No la escucho claramente.
― Pepe soy yo, paula. Búscame, solo debes salir de la ciudad por la carretera principal y…― Pero en ese momento Verónica me arrebato el teléfono y colgó.
― ¡Que tonta eres! ― Negó con la cabeza― Mira que pudiendo escapar preferiste regresar. Levántate de ahí.
Hice caso y me puse de pie. Juan fijo su vista en mi.
― ¿Sabes que con esa llamada lo único que acabas de lograr es perder a Pedro?
― ¿De qué hablas? ― Dije frunciendo el ceño.
― Fuimos a visitar a tu querido esposo y mientras yo hablaba con él, Juan se encargo de darle una “arregladita” al coche de Pedro.
― ¿Qué? ― Exclame agitada, presa del temor
― Lo que escuchas― Verónica se encogió de hombros― Lo más seguro es que en un par de minutos Pedro sufra un accidente y todo porque saldrá a toda velocidad buscándote, tal como le dijiste.

Me quede petrificada, simplemente no podía reaccionar. Sentí como Juan me daba un ligero empujón para hacerme caminar, pero no podía moverme, a duras penas podía seguir respirando y parpadeando.

― Si algo le pasa a Pedro― Dije en un susurro y camine hasta verónica― ¡Tú me las pagaras!
― No te tengo miedo― Alargo las vocales― No hables hipotéticamente, es seguro que a Pedro le pasara algo.

No pude contenerme más y le di una cachetada…ella me la regreso.

― ¡Jamás en tu vida vuelvas a tocarme! ― Grito― Poca cosa. Juan llévala a su recamara.
El puso una mano en mi espalda y me gire con fuerza.
― ¡No me toques! ― Me eche a andar escaleras arriba, estaba demasiado enojada y asustada. Entre a la habitación y Juan también.
― ¿Por qué no te fuiste? ― Pregunto él.
― Porque no pude― Me apresure a responder― Además eso no es de tu incumbencia. Tú ayudas a Verónica, no a mí.
― Ella no te vio entrar al granero, pero yo si― Me gire para verlo de frente, estaba sorprendida― Le dije que habías corrido directo a la carretera. Pensé que aprovecharías eso y al menos tratarías de ir a la ciudad.

¿Por qué estaba ayudándome?

― Dime exactamente lo que le has hecho al coche de Pedro― Me acerque a el.
― Los frenos no responderán muy bien― Apretó los labios― ¡Maldición! Pensé que para estos momentos tu ya estarías con el…
Sus palabras hicieron que mi corazón diera un vuelco y en mi estomago se formara un nudo.
― Ayúdame a escapar, por favor― Mi voz se quebró― O al menos avisarle a Pedro.
Se escucharon unos pasos en el pasillo y Juan se alejo de mí
― Verónica no dejara de vigilarme, al parecer sospecha que trate de ayudarte.

Justo en ese momento ella llego a la habitación.
― ¿Qué pasa aquí? ― Pregunto con las manos en su cintura
― Paula me golpeo para intentar escapar de nuevo― Juan me miro de reojo. Yo asentí
― ¡Bueno, es que tú no aprendes! ― Rió amargamente ― Por lo mismo vas a perder a Pedro.
Verónica tomo a Juan de la camisa y lo acerco a ella. Jugó con sus labios durante algunos segundos y después lo beso.
― Se lo que sientes por mi querido, y ahora que Pedro pasara a mejor vida, he decidido darte una oportunidad― Mordió su labio inferior.

Mis manos se convirtieron en dos puños. Quería golpearla, quería… matarla de ser posible.
Me miro divertida y abandono la habitación abrazando a Juan.


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