― Lo lamento no sabía que tenías visita― Dijo aquella mujer―
― Bueno, me retiro― Asentí y me di media vuelta, quedando frente a ella y entonces obtuve un nuevo pensamiento, ¿qué hombre no desearía tenerla como pareja? Era bonita y joven. ¿Sería acaso ella la razón por la cual Pedro llegaba un poco tarde a casa? Seguramente me puse pálida, puesto que comencé a ver nubloso.
― No tiene porque irse, yo puedo volver en unos momentos― Comentó.
― No se preocupe, ya he terminado de hablar con el señor Alfonso, así que me retiro― Pase junto a ella.
Mientras iba al volante comencé a sentirme impotente. Jamás, jamás en la vida llegue a pensar que llegaría el día en que mi esposo preferiría comer con alguien que no fuera yo. Mi corazón latía fuertemente debido al coraje, el solo hecho de pensar que posiblemente pedro cortejaba a esa mujer me hacia querer huir de su lado, escapar de su mundo e ir en busca de uno adecuado para mi, en donde nadie pronuncie su nombre o me lo recuerde a cada instante.
Lo más curioso en todo esto era el hecho de que no me sentía triste, no realmente. La verdad me sentía enojada con pedro. Mamá solía decir que yo cuando yo me enojaba la casa se ponía de cabeza debido a mi mal carácter. Solía contradecirla pero en estos momentos terminaba de convencerme de que ella no mentía.
La cama estaba deshecha. Los cojines en el suelo. Las cortinas cerradas, mis zapatos por todos lados puesto que en cuanto había entrado a la habitación, lance cada uno de ellos contra la cama… esa era mi manera de disminuir mi rabia.
Cuando pase por el espejo me sorprendí al ver mi entrecejo fruncido y mis mejillas teñidas de un color rojo escarlata, jamás en la vida me había enojado tanto como hoy. Cuando estaba a punto de lanzar el anillo de matrimonio contra la pared, alguien llamo a mi puerta.
― ¿Quién? ― Pregunte de mala gana.
― Soy yo, Pedro. ¿Estás bien? Me encontré a Victoria a la salida y dice que ha escuchado ruidos…
― No es nada― Lo interrumpí― Por cierto, ¿qué haces aquí?
― Pues… esta es mi casa, nuestra casa― Su tono de voz era amigable.
Así que ¿ahora era gracioso? ¿Que diablos pasaba con él?
― ¿Se te ofrece decirme o preguntarme algo más? ― Dije con indiferencia.
― Quiero hablar contigo. ¿Puedo pasar?
― No y por favor vete, quiero estar sola.
― Te dejare sola después de hablar, vamos abre la puerta.
― No lo haré así que lárgate― Conteste enojada.
La perilla de la puerta comenzó a moverse, Pedro intentaba abrirla.
― ¿Qué pasa contigo, Paula? ― Suspiro― ¡Estas siendo demasiado infantil!
― No me importa lo que pienses, quiero privacidad así que largo― Mi enojo aumentó
―Paula, eres mi esposa. En realidad no tienes privacidad, se todo sobre ti así que deja de hacerte rogar y déjame entrar.
― Ya te dije que no, vete a comer con tu amiga, amante o lo que sea― Los celos hablaron por mi.
― Justamente de eso quiero hablar contigo.
― No me interesa escucharte, así que por favor déjame sola y no malgastes tu tiempo― Me recosté en la cama.
― Ella es mi nueva asistente, es muy eficaz y nos llevamos muy bien― Comenzó a decir yo puse los ojos en blanco― Mentí cuando te dije que tenía mucho trabajo por hacer.
― Eso me quedo claro cuando tu asistente entro a la oficina― Conteste.
― Si no quise ir a comer contigo, es porque aun no logro hacerme inmune a ti, paula y por lo tanto debo obligarme a estar tan lejos de ti, como me sea posible.
Maldición, ¿era necesario que Pedro dijera eso justo cuando estoy enojada con él?
― Me has dicho eso tantas veces que me lo sé de memoria― Cruce los brazos a la altura del pecho, como si él pudiera ver aquel gesto.
― Tienes razón, pero la diferencia es que esta vez hay una puerta de por medio y no puedo contemplar tu cara llena de ilusión cuando lo digo.
― Eres un engreído― Respondí enojada.
― Y tu una cobarde― Pedro sonreía ampliamente, si Paula hubiese visto aquella sonrisa…lo habría abofeteado.
― No soy ninguna cobarde, si no abro la puerta es porque no quiero ver tu horrible cara―
¿En serio Paula? ¿Horrible cara? Debiste decir <<hermosa>> cara. Pensé.
― ¿Es eso, o es que me temes? ―
Odio cuando las personas te conocen, porque saben las acciones o frases que harán que reacciones como ellos esperan.
Camine hasta la puerta e hice que el seguro se abra.
Al abrir la puerta me tope con un Pedro…perfecto. Estaba recargado en el marco de la puerta. No llevaba el saco de su traje, tan solo el pantalón y en la parte superior una camisa de vestir color azul cielo. Su pelo estaba peinado, sus ojos tan brillantes como siempre y una resplandeciente sonrisa se dibujaba en sus labios, permitiendo ver sus dientes.
― Como puedes ver, no te temo― Entrecerré los ojos y contuve el impulso de volver a pasar mi mirada desde la punta de su pelo, hasta los zapatos levemente brillantes.
― Una cosa es decirlo y la otra muy diferente sentirlo.
― Piensa lo que quieras Pedro.
― Así que volvemos al principio de nuestro matrimonio, cuando solías llamarme Pedro y no Pepe― Su sonrisa se amplió aun más. Eso me molesto, ¿por qué estaba feliz?
― ¿Cuál es tu problema? ― Pregunte con los ojos entrecerrados.
El me miro divertido y sus ojos subieron y bajaron por mi cuerpo.
― Eres increíble― Dije con enfado.
Puse mi mano en la puerta para cerrarla y justo cuando comenzaba a hacerlo, Pedro me lo impidió.
― ¿Qué haces? Ya te dije que no quiero seguir hablando contigo, ¡fuera! ― Empuje con todas mis fuerzas. Pedro aun tenía media sonrisa en sus labios y parecía no estar haciendo el menor esfuerzo― Eres un tonto Pedro…
Pero en ese momento el aplico un poquito más de fuerza y en consecuencia, la puerta se abrió de par en par y tuve que hacerme a un lado.
Con paso lento Pedro entro a la habitación y se puso frente a mí.
― Te odio tanto― Espete y esquive su cuerpo para salir del cuarto. Fue entonces cuando sentí como me tomaba por la cintura y me pegaba a él― ¡Déjame!
Comencé a forcejear pero no conseguía nada, tan solo quedar un poco suspendida del suelo a causa de los movimientos que ambos hacíamos.
― Tranquila amor, necesito hablar contigo―
¿Amor? ¿En serio me había llamado amor?
― No tenemos nada de qué hablar, ve a la empresa y come con quien tú quieras pedro―
― Que adorable eres cuando te pones celosa― Dijo a la altura de mi cuello. Me estremecí y cerré los ojos. Pedro soltó una risita en mi oído.
― Como puedes ver, no te temo― Entrecerré los ojos y contuve el impulso de volver a pasar mi mirada desde la punta de su pelo, hasta los zapatos levemente brillantes.
― Una cosa es decirlo y la otra muy diferente sentirlo.
― Piensa lo que quieras Pedro.
― Así que volvemos al principio de nuestro matrimonio, cuando solías llamarme Pedro y no Pepe― Su sonrisa se amplió aun más. Eso me molesto, ¿por qué estaba feliz?
― ¿Cuál es tu problema? ― Pregunte con los ojos entrecerrados.
El me miro divertido y sus ojos subieron y bajaron por mi cuerpo.
― Eres increíble― Dije con enfado.
Puse mi mano en la puerta para cerrarla y justo cuando comenzaba a hacerlo, Pedro me lo impidió.
― ¿Qué haces? Ya te dije que no quiero seguir hablando contigo, ¡fuera! ― Empuje con todas mis fuerzas. Pedro aun tenía media sonrisa en sus labios y parecía no estar haciendo el menor esfuerzo― Eres un tonto Pedro…
Pero en ese momento el aplico un poquito más de fuerza y en consecuencia, la puerta se abrió de par en par y tuve que hacerme a un lado.
Con paso lento Pedro entro a la habitación y se puso frente a mí.
― Te odio tanto― Espete y esquive su cuerpo para salir del cuarto. Fue entonces cuando sentí como me tomaba por la cintura y me pegaba a él― ¡Déjame!
Comencé a forcejear pero no conseguía nada, tan solo quedar un poco suspendida del suelo a causa de los movimientos que ambos hacíamos.
― Tranquila amor, necesito hablar contigo―
¿Amor? ¿En serio me había llamado amor?
― No tenemos nada de qué hablar, ve a la empresa y come con quien tú quieras pedro―
― Que adorable eres cuando te pones celosa― Dijo a la altura de mi cuello. Me estremecí y cerré los ojos. Pedro soltó una risita en mi oído.
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Lean el siguiente......
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