lunes, 17 de junio de 2013

CAPITULO 48




― No es justo… cuando perseguía mariposas no me importaba que los demás me llamaran rara ni tampoco me importaba que me vieran pero… es tan vergonzoso saber que tu y Carlos me vieron haciendo eso.
― Amor mío, tenias tan solo diez años, era normal. Recuerdo como tu hermano le dio un empujón a Carlos cuando menciono lo bonita que eras. Carlos se defendió diciendo que respetaba el código de masculinidad sobre no salir con las hermanas de los mejores amigos y más aun cuando había casi cinco años de diferencia entre tú y el.
Me limite a reír y en tomar a Pedro del cuello para obligarlo a bajar la cabeza y darle un beso.
― Después de eso preferí no mencionar el hecho de que eras adorable… ¡no quería que tu hermano se enojara más! Claro está que tú eras una niña y yo un adolescente por lo que no podía verte con otros ojos pero…― Pedro puso una sonrisa nerviosa― Cuando te vi hace ocho meses en la tienda de relojes de tu madre, quede cautivado. Simplemente quede a tu merced, me perdí por completo.
― Lucías tan guapo aquel día… pero ahora luces aun más― Dije con una sonrisa― Gracias por compartir la historia conmigo y por aclarar todas mis dudas
― De nada. Ahora que me has escuchado, ¿quieres marcharte?.
Yo negué con frenesí. Me gire para abrazarlo por la cintura y me apreté fuertemente contra el.
― Por nada en el mundo quiero separarme de ti. Por nada― Dije con voz firme― ¿Tu quieres que yo me vaya?
― Por supuesto que no. Sería un tonto si te dejara ir, te quiero conmigo para el resto de mi vida, Paula.
― Te amo Pedro― Dije mirándolo a los ojos― Te amo demasiado.
― Yo te amo a ti, amor― Acarició mi cabello y me quede contemplándolo casi sin parpadear.
Pude apreciar como lentamente Pedro cerraba sus ojos y su mano dejaba de moverse.
― Luces cansado, tal vez lo mejor es que subas y descanses.
― No puedo hacer eso― Dijo aun con los ojos cerrados― Debo cuidarte.
― Pero yo estoy bien, me siento de maravilla― Sonreí― Vamos, yo te acompaño.
Pedro abrió sus ojos y se puso de pie. Después caminamos juntos hasta la habitación y él se recostó en la cama yo me quede de pie observando cómo conciliaba el sueño, su respiración era tranquila y sus facciones estaban totalmente relajadas.
Baje para platicar un poco con Dora o Victoria, pero no estaban. Ni siquiera Jose.
Comencé a sentir nauseas así que me recosté en el sillón boca arriba, mientras contemplaba el techo, sin notarlo sonreí al recordar la cara de Pedro. Cerré los ojos y regrese en el tiempo.

Era un sábado por la tarde y mamá me había pedido ayuda en su tienda de relojes. Si hay algo que realmente disfrutaba en este mundo era el pasar tiempo con mamá, en su negocio, por lo que no dude en aceptar. Un cliente llego anunciando que estaba en busca del reloj perfecto y después de probarse alrededor de veinte al fin lo encontró; pero a cambio el aparador que daba hacia la calle quedo hecho un verdadero desastre. Sabía que mamá estaba ocupada y por lo tanto yo debía acomodarlo. Mientras lo hacía noté como alguien se detenía frente el aparador debido a que la luz del sol había sido obstruida. Levanté la vista y ahí estaba él… un hombre bastante apuesto y con porte elegante. El tenía la mirada fija en un reloj del otro extremo del aparador y por lo tanto no se dio cuenta de que yo lo observaba, pero inesperadamente giro su cabeza y su mirada se hundió en la mía, sonreí por cortesía a través del cristal y el también sonrió. Termine de acomodar los relojes y cerré la puerta, regresando al mostrador.
Esa fue la primera vez que había visto a Pedro, o al menos eso creía.

Lo que Paula ignoraba era que para Pedro esa no había sido una simple sonrisa, para él había significado todo. Ella era la mujer que él había buscado durante tanto tiempo, su belleza lo había cautivado y su sonrisa aun más. Desde esa tarde Paula  estuvo en su pensamiento día y noche. Inclusive los días siguientes él con toda la intención del mundo pasaba por esa calle y se detenía frente a la tienda de relojes con la esperanza de volver a verla a través del cristal, como aquella tarde. Días después cuando se sintió preparado para invitarla a salir entro a la tienda. ¡Peor día no pudo haber elegido! La tienda estaba a reventar, era un mar de gente; sin embargo todas esas personas no interferirían con sus planes.

Fingió buscar un reloj y miro en todos los aparadores, hasta que escucho una voz joven. Elevó su vista y ahí estaba ella… la misma mujer que le había quitado el sueño en varios días.
― Buenas tardes, ¿puedo ayudarlo en algo? ― Preguntó una mujer, que para su opinión tenía casi la misma edad que su mamá.
― Busco un reloj pero…― Pedro dudó en seguir, ¿cómo le podía decir que lo que en realidad quería era cruzar palabra con la mujer de sus sueños? ― Estoy indeciso.
― Ya veo― La mujer sonrió ― Bueno hay muchos clientes esperando así que, ¿qué le parece si en lo que usted se decide por algún reloj, yo los atiendo y después regreso con usted?
― Me parece buena idea― Dijo Pedro con una leve sonrisa
― O en todo caso, mi hija lo atenderá― La mujer giró hacia la derecha
― ¿Su hija? ―Pedro sintió deseo de a partir de ese momento llamarla suegra―
― Si― Respondió con una sonrisa― Bueno con permiso.
Pedro espero pacientemente a que la tienda se vaciara, seguía recorriendo cada uno de los mostradores hasta que solo quedaron dos clientes, una mujer y él.
― Hija, ¿puedes atender al caballero? Yo estoy ocupada
― Claro mamá― Respondió Paula con una sonrisa
Pedro caminó hasta ella y puso las manos sobre el mostrador.
― ¿Ha encontrado lo que buscaba? ― Al escuchar su voz  quedo aun más fascinado.
― Si― Pedro miro cada detalle de su cara y no pudo contenerse más― ¿Puedo saber tu nombre?
Paula lo miro con una cara que reflejaba confusión y sorpresa.
― Paula Chaves― Asintió―
― Un placer, Paula― pedro sonrió amplia mente  Yo soy Pedro Alfonso y realmente me gustaría que aceptaras mi invitación a tomar un café.
Ella se sonrojo y agacho su mirada. ¿Acaso hablaba en serio?.
― Es muy amable de su parte pero me temo que no puedo aceptar.
― ¿Por qué? ― Quiso saber Pedro.
― Jamás en la vida nos habíamos visto y además apenas se su nombre.
Pedro frunció el ceño. Al parecer su querida Paula había olvidado el día en que ambos se vieron a través del cristal… que desdicha puesto que él apenas y había logrado pensar en otras cosas.
― Supongo que son razones aceptables― Dijo Pedro con pesar― De igual manera me harías un gran honor si me permitieras conocerte un poco más.
Pero ella no pudo contestar, en ese momento el teléfono de la tienda comenzó a sonar y ella se lanzó a contestarlo, era como si Paula hubiese estado implorando al cielo que alguien la rescatara de Pedro.
Por su parte el abandono la tienda…al día siguiente volvería y de ser necesario cada tarde lo haría, hasta que ella aceptara salir con él…después iniciar una relación y finalmente… cambiara su apellido Chaves por Alfonso.

Si bien Pedro Alfonso era un hombre de mucho éxito, con Paula estaba fracasando. Tres de sus invitaciones habían sido declinadas y ella de manera amable le había pedido que no la buscara más.
Pero el destino no creía que eso era bueno, por el contrario, el destino estaba del lado de Pedro; por lo que una tarde se encontraron en un café. Ambos estaban solos, el agradeció infinidad de veces al cielo de que fuera así.
― ¿Me permites hacerte compañía? ― Pregunto Pedro con voz tranquila.
― Estoy por irme…lo lamento― Ella se levanto―
― No era mi intención incomodarte― Dijo― No tienes porque irte, no te molestare más.
Ella lo miro durante un momento.
― Escucha, sé que no he aceptado tus invitaciones pero es porque siempre estoy ocupada ayudando a mi mamá― Mintió
Pedro examinó su rostro y supo que ella no estaba siendo sincera, sin embargo decidió arriesgarse una vez más.
― Te entiendo. Sin embargo soy persistente― El se tomo el atrevimiento de tomar la mano de Paula― Me gustaría que aceptarás salir conmigo mañana sábado por la noche ¿Qué dices?
― Esta bien― Su voz era seca, sin alegría―
Pedro sonrió en sus adentros y con delicadeza llevo la mano de Paula hasta sus labios y deposito un beso.
― Paso por ti mañana, a la tienda de relojes de tu familia―
Sin más Paula salió del café y Pedro se sentó mientras seguía sumergido en el dulce sabor de la piel de su amada.

~

Miré el reloj de la sala y habían transcurrido más de veinte minutos, sin embargo mis nauseas no disminuían. Me levanté y subí a la habitación.
Entre con sumo cuidado para no hacer ruido y despertar a Pedro.
Acerque una silla a la cama y me senté mientras apoyaba los codos sobre mis piernas.


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2 capitulos!!
Gracias!! 
@jesicaleiva1



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